
Las filtraciones representan uno de los problemas más habituales en viviendas, locales y especialmente en edificios antiguos, donde los materiales y las redes hidráulicas pueden estar deterioradas. Aunque muchas veces parecen iguales, existen distintos tipos de filtraciones y cada una tiene un origen diferente. Identificarlas correctamente es fundamental para evitar daños estéticos, estructurales y económicos.
Una filtración es la entrada no deseada de agua en un lugar que debería mantenerse seco. A diferencia de las fugas visibles, las filtraciones pueden originarse en puntos alejados de donde finalmente aparecen las manchas o desconchones. Los edificios antiguos o construidos con materiales sensibles al agua suelen ser especialmente vulnerables, lo que puede acelerar el deterioro de paredes, techos, suelos o instalaciones.
Son filtraciones que provienen de roturas o microfisuras en las tuberías. La presión del agua hace que el líquido se escape incluso por aberturas mínimas, provocando daños visibles en techos, paredes y suelos.
La humedad asciende por los materiales constructivos debido a la capilaridad. Es una de las filtraciones más persistentes y afecta sobre todo a muros antiguos, sótanos y plantas bajas.
En cocinas, baños y estancias con mala ventilación, la condensación puede generar gotas que empapan techos o paredes. Aunque no provienen de la red hidráulica, su efecto visual y estructural puede ser similar.
Para corregir una filtración es imprescindible conocer su origen. Los profesionales clasifican las filtraciones en varias categorías dependiendo del punto exacto donde se genera el problema.
Son las más delicadas. Cuando una tubería pierde agua dentro de la estructura del edificio, pueden aparecer desperfectos en varias estancias. En construcciones antiguas, el riesgo aumenta porque ciertos materiales reaccionan mal a la humedad y pueden provocar derrumbes si el daño se extiende.
Surgen por juntas mal selladas, grietas, degradación del revestimiento o acumulación de humedad. Estos problemas generan manchas, moho y un deterioro continuo de la pintura o el enfoscado.
Las zonas húmedas de la vivienda sufren con frecuencia filtraciones debidas a desagües deteriorados, sifones defectuosos o uniones en mal estado. El agua puede desplazarse por falsos techos y aparecer lejos del origen real de la filtración.
Una mala impermeabilización o materiales envejecidos pueden permitir que el agua de lluvia se filtre hacia las estancias inferiores, generando daños importantes en techos y paredes.
Una filtración puede parecer insignificante al comienzo, pero con el paso de los días o semanas puede convertirse en un problema costoso y peligroso para la estructura del edificio.
Las primeras señales suelen ser manchas amarillentas, pintura abombada o desconchones que se desprenden de la superficie. Aunque parecen superficiales, casi siempre indican un problema mayor por detrás.
Las zonas húmedas favorecen la aparición de moho, que puede provocar alergias, irritaciones o problemas respiratorios. En espacios cerrados, la humedad puede incluso afectar la calidad del aire.
Cuando los materiales antiguos —como maderas, yesos o ladrillos sensibles al agua— se humedecen de forma continuada, la estructura puede debilitarse gravemente. Por eso, este tipo de filtraciones deben evaluarse cuanto antes.
Hoy en día es posible detectar la ubicación exacta de una filtración sin necesidad de romper paredes o suelos. Para ello se emplean técnicas avanzadas como los geófonos y los correladores, diseñados para identificar incluso las pequeñas filtraciones que no son visibles a simple vista.
El geófono capta el sonido que produce el agua dentro de las tuberías. Cuando detecta una anomalía en la vibración o el ruido del agua, permite identificar el punto exacto de la fuga sin realizar obras innecesarias.
El correlador analiza el ruido entre dos puntos de una tubería y calcula la distancia exacta a la que se encuentra la filtración. Es especialmente útil cuando la fuga aparece lejos del origen real del problema.
En muchos casos se emplean ambos sistemas a la vez, ya que la combinación de análisis acústico y correlación electrónica aumenta la precisión y reduce el margen de error.
Una vez localizado el problema, es posible aplicar la solución adecuada. Cada tipo de filtración requiere un tratamiento distinto dependiendo de su origen y gravedad.
Incluye la sustitución de tramos dañados, el sellado de microfisuras, la mejora de las uniones o la corrección de la presión. Muchas reparaciones pueden hacerse sin necesidad de grandes obras.
Los trabajos suelen incluir barreras químicas antihumedad, resinas impermeabilizantes o sistemas de ventilación que impiden que la humedad siga ascendiendo por los muros.
Es fundamental reparar correctamente grietas, juntas y revestimientos dañados para evitar que la humedad vuelva a filtrarse.
En estas zonas se revisan sifones, desagües y uniones, y se aplican reparaciones que evitan que la humedad siga dañando techos o paredes cercanas.
Hay señales claras que indican que es necesario contactar con profesionales especializados cuanto antes para evitar daños mayores.
Contar con un servicio de fontanería urgente permite actuar de inmediato y reducir las consecuencias de una filtración grave.
Un buen servicio debe ofrecer diagnóstico completo, tecnología avanzada, localización precisa sin obra y reparación garantizada.
Mantener las instalaciones en buen estado es la mejor forma de evitar filtraciones. Revisar periódicamente las tuberías, controlar la presión del agua, renovar juntas y asegurar una buena ventilación en zonas húmedas ayuda a mantener la vivienda protegida.